Cuando
somos chicos, jóvenes, inmaduros y con la conciencia bastante
virgen, hacemos travesuras y todo tipo de cosas con tal de conseguir
nuestro cometido. Muchas veces no solemos pensar en las consecuencias
de nuestros actos sino en el placer que representa nuestro presente,
y eso basta para cometer un pequeño delito. Obviamente que con pocos
años de edad, la culpa y el remordimiento no son sentimientos muy
normales en un niño/a , tonces nuestro diminuto acto ilegal, pasa a
ser una travesura con final feliz.
En
cambio cuando vamos creciendo, nos damos cuenta de las consecuencias
de nuestros actos, y esas pequeñas travesuras se convierten en
delitos pre meditados. Y con apenas 16 años y con mi compañero de
aventuras Tini, nos encontrábamos frente a un gran dilema. Pagar o
no pagar...
Paso a
explicarle la situación. Viernes noche, sentados en la terraza de un
restaurante, en Cabildo y Juramento (plaza de la Redonda), con
nuestras nuevas novias. Una noche hermosa de Noviembre, la
testosterona que volaba por el aire, las risas y las miradas que
insinuaban una velada interminable y excitante. Pedimos un clericó
de vino blanco y no podíamos estar mas contentos. Si seguíamos por
este camino, sin duda que la noche iba a ser inolvidable. Pero surgió
un imprevisto cuando la cuenta llegó a la mesa.
16
pesos. Nos miramos con el gordo y no había ninguna duda que nosotros
teníamos que pagar. Estábamos con dos mujeres. Mi novia de ese
entonces tenía casi 3 años mas que yo y la novia del gordo tenía
mas calle que un taxista, y no podíamos quedar como dos pendejos.
Fue ahí cuando el mágico Tini mandó a las chicas al kiosco a
comprar cigarrillos y yo entendí todo el plan al instante.
En esa
época salíamos con 5 pesos como mucho, y ya habíamos gastado
algunas monedas en el bondi de ida, así que entre los dos juntábamos
7 pesos.
_
¨somos re pobres gordo¨_ le dije riendome.
_ ¨que
querés? Sabes lo que me dijo mi viejo cuando le pedí guita pa
salir?¨_ me contaba el gordo casi tentado.
_
¨viejo me das 5 pesos?¨_ preguntaba Tini al papá.
_¨4
pesos? , para qué querés 3 pesos? Si con 2 pesos te alcanza, te doy
1 y traeme el vuelto.... _ célebre frase de Andrés , el viejo de
Tini.
No
podíamos parar de reirnos y comentar lo ocurrente que había estado
su padre. No teníamos mucho tiempo, así que decidimos cometer un
pequeño delito, una mínima pérdida para el restaurante, una gran
cagada a pedos para el camarero y un hecho fundamental para que la
noche siguiera su excelente rumbo.
Como
dos campeones, estuvimos relojeando y estudiando los movimientos de
los dos mozos que atendían la terraza. En un instante, nos
levantamos y con la mejor cara de boludos, nos fuimos del restaurante
sin dejar un solo rastro. Nos encontramos con las chicas en la
esquina y para nuestra felicidad terminamos los 4, en la oficina/consulta de Marta, la mamá de Tini, a unos pocos metros de distancia.
Hay
robos y robos, todos están mal, pero creo que algunos son inocentes.
Como por ejemplo cuando Juanchi con 14 años, se robaba el auto del
viejo. Ese Taunus verde andaba divino, y con un almohadón para poder
ver bien, el Pendejo nos paseaba por el barrio con cara de maduro. O
cuando Francisco Martinez Quiroga (con nombre y apellido así lo
mando al frente) se robaba el Audi A6 del viejo, previo soborno al
sereno del estacionamiento y nos íbamos al Casino del Tigre en mitad
de semana. Llegábamos 5 pendejos de 16 años al valet parking
dispuestos a pasar unas increíbles horas de juego y adrenalina.
Lo
mejor era cuando le cargábamos de más y teníamos que volver a la
panamericana para dejar el tanque de nafta igual que como lo habíamos
encontrado. O cuando llovía, que lo secábamos manualmente a unos
140km/h.
Pero
el robo que viene a continuación no tiene nada que ver con los
anteriores descriptos. Como de costumbre, nos juntábamos todos los
Viernes a jugar al poker o al T.E.G en el garage de Fran. Me bajé
del 41 en la Av. Congreso y Tronador y a los 2 minutos, estaba
tocando el timbre con una botella de Coca-Cola bajo el brazo. Al
llegar siento las miradas acusadoras de Santi y Juanchi.
_
¨vos también pasaste por el camión, Julito?¨_ me preguntaba Santi
con una sonrisa.
_
¨que cosa?¨_ respondía yo, haciendome el gil.
_
¨no te hagas el boludo, que vos siempre traés galletitas¨_ me
decía Juanchi.
En
ese momento tocan la puerta y vemos la cara de Tini asomarse por las
ventanitas del portón del garage. No podía estar mas contento. Por su
expresión, estaba muy ansioso y con ganas de contarnos algo.
Todo
acelerado, Tini empieza a contar _¨Boludo, vieron el camión de Coca
que está siempre estacionado en la esquina? Bueno, dejaron la lona
sin candado y me parece que hay mil botellas.¨_
En
esa época, en una esquina de nuestro barrio, dormía un hermoso
camión ROMAN de Coca Cola, de esos bien grandes que se cargan y
descargan por los costados. Una lona protegía la mercadería durante
el día. De noche nunca estaba puesta, ya que normalmente el camión
estaba completamente vacío. En cambio, es noche la lona estaba
puesta como protegiendo algo...Oro negro...
Entre
los 6 discutíamos e intercambiábamos ideas. Seguramente el
camionero había parado a comer algo y luego de un rato se volvería
a ir, pensaban algunos. Otros, directamente no creían que el camión
podía contener botellas adentro. Entonces decidimos hacer una
expedición. Salimos todos juntos. Monitoreabamos cada movimiento y
estábamos atentos a todos los ruidos.
Al
llegar al camión, comprobamos efectivamente que la lona colorada
escondía un gran y valioso botín. Tini y Fran fueron los primeros
en manotear unas botellas y luego todos nos encargamos de llevarnos
al menos tres.
De
vuelta en el garage de Fran, nos miramos a la cara y sabíamos que
las cosas se podían hacer de dos maneras. Bien o mal. Decidimos
hacerla bien. Fran bajó de su habitación con cuatro bolsos grandes,
esos deportivos. Mientras Juanchi explicaba el modus operandi,
nuestra adrenalina subía de manera exponencial. Gastón no podía
creer que estuviésemos hablando en serio. Santi y Tini tenían la
jeta desfigurada de la alegría que llevaban dentro. Por mi parte
sabía que teníamos que ser veloces y sagaces para que todo saliera
bien. Y si algo salía mal, ... a correr.
Gastón
era el encargado de hacer de campana, y sus patitas finas y
marroncitas temblaban sobre los adoquines de la calle Naon. El resto,
en dos grupos nos fuimos avecinando. Mientras uno abría bien el
bolso el otro metía las botellas dentro. Primeros dos bolsos llenos.
Ya desde la vereda no alcanzábamos a agarrar mas botellas de Coca.
Las únicas al alcance de la mano eran las botellas de Fanta, así
que Tini una vez mas nos sorprendió a todos. De un movimiento, saltó
sobre el camión y desplazo completamente la lona dejando al
descubierto el resto del tesoro. Esa imagen creo que la vamos a tener
grabada para toda la vida. El Gordo enajenado pasando botellas cual
repartidor profesional. Vaciamos el camión en unos pocos minutos y
nos volvimos casi corriendo a lo de Fran.
Para
los que estábamos acostumbrados al jugo Tang o al Mocoretá, la Coca
Cola era todo un lujo. Yo me acuerdo que en esa época, solo tomaba
Coca los domingos en lo de mi abuela o en casa de Fran.
Cerramos
la puerta y nos quedamos un rato mirandonos y riendonos como tontos.
Mientras Rhea, la hermosa labrador dorada de Fran, se encariñaba con
un enorme almohadón azul, por nuestros cuerpos corría una
adrenalina y emoción terrible. Todos sabíamos que la sensación que
estábamos experimentando era nueva, distinta, pero a la vez nos
volvía locos. Ahora teníamos que dividir el botín. Tarea mas que
fácil. En la casa de Fran no podían quedarse los cuatro bolsos por
que sino era demasiado sospechoso. Así que entre Gastón, Santi,
Juan y Yo, nos dividimos un bolso. Fran se quedó con otro bolso y
Tini se hizo cargo de los dos restantes.
Luego,
ya relajados y triunfantes nos dedicamos a jugar unas lindas horas de
poker, beber Coca Cola y fumar como esquarzos. La noche terminó en
la misma parada de colectivo. Esta vez con dos bolsos enormes,
cargados a mas no poder. Con Juanchi, ayudamos a Tini a subir los
bolsos al 41 y después nos despedimos sonrientes.
No
nos enorgullecemos de nuestro robo, solo disfrutamos cómo nenes
cuando, luego de 15 años de amistad y aventuras, podemos volver a
contar esta anécdota con la misma emoción.
Cuantas confesiones! jaja
ResponderEliminarLa de la coca la conocía.
Abrazo!!
jajajaj que bueno revivir todo esto. Todavia siento esa mezcla de miedo, nervios y alegria que me dio ver el camion. Y la imagen de Tini subiendose impunemente al camion, como un repartidor profesional, está escrito con indeleble en mi memoria. Siempre fuimos unos santos, esa fue una linda excusa para tener una manchita...
ResponderEliminarDespues de 15 de años me entero de quienes eran.....lo que es la internet!! jaa Excelente y jugosa historia!!! un abrazo 'el camionero de coca' ja
ResponderEliminarSos unico!!! jajajaja que dilema, pagar o irse como si nada...
ResponderEliminarComo te quiero July
besos
La ex 2 años y meses, que 3!!!
Casi 3 años loquita!
EliminarQué escena, me acuerdo como si fuése ayer cuando salieron con la de es oro negro. Era literalmente oro negro. No me voy olvidar jamás como en la última tanda me cargué 5 botellas al cuerpo y me daban los brazos. A la media cuadra se me cayeron dos botellas, estallaron entre adoquines y entre el susto y las carcajadas casi pierdo alguna que otra más...Ya teníamos tantas que la complicidad de todos resaltó el chiste. Obvio que yo era el candidato a que se me caigan, jaja...En Emilia Romagna fuimos al super y se me cayeron 2 tomates. Lo que me dijiste fue: "Che Negri, estás mejor con las manos vos..."Juliano genio! gran historia
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